miércoles, enero 07, 2009




miércoles, octubre 01, 2008











jueves, septiembre 18, 2008

Pichuco y el Diego.-











































































































miércoles, septiembre 17, 2008






La pelota y Él.-




Te faltó el golcito en la final, nada más.-


Maradona y la épica del espectador - Por Oscar Steimberg.-






Agosto de 2005: La figura mediática de Diego Maradona se ha exponenciado como en sus tiempos de gloria deportiva, gracias a su programa de TV "La noche del 10", cuyas imágenes recorrieron el mundo entero. Tres años antes, en el número 88 de la Revista Soles (junio de 2002), el semiólogo Oscar Steimberg anticipaba este fenómeno mediático relacionando lúcidamente a Maradona con los medios masivos y el imaginario social de esta época.
Un fútbol más de entrecasaLo que convierte al fútbol en algo más que un juego es un determinado procesamiento social múltiple que se hace desde distintos espacios. Es como en el folklore: nadie escribe una zamba que sea folklore desde el vamos; cuando se escribe una zamba habrá una tradición insistiendo pero también una búsqueda original, individual, como en toda creación artística. Para que esa zamba sea parte del folklore tendrá que circular; los que la difundan la irán adecuando a sus gustos, y recién entonces será un fenómeno popular. Con el fútbol pasa lo mismo. El juego actual no es igual al que se jugaba a principios de siglo, en la década del ‘20 o en la del ‘30; ni tampoco es lo mismo lo que el público hace con él, en la Argentina y (diferentemente) en otros países.Las imágenes de lo nacional, que aparecen en relación con cada equipo que participa en el Mundial y con el campeonato en su conjunto, han ido cambiando. Y ahí se cruza lo que está pasando en la Argentina con cierta marcha de la época; con fracturas culturales que han venido ocurriendo dentro y fuera de esta región.Si se consideran las comunicaciones previas al inicio del Mundial, y especialmente la publicidad de los canales locales que lo van a transmitir y la de los productos auspiciantes, y también lo que se promete en los suplementos de los diarios y en las transmisiones radiofónicas especiales, pueden reconocerse cambios importantes con respecto a mundiales anteriores. Las referencias a la nación, que también eran características de muchos mundiales anteriores —probablemente todos—, están transformándose en refencias a la cotidianeidad del argentino. Es como si, por un lado, de la nación se hubiera pasado al barrio, o menos que eso, a la casa y a la familia; y por el otro es como si de la cancha se hubiera pasado al espectáculo pero no al espectáculo que vería el hincha que está sentado en la tribuna, sino al que ve armarse el que está mirando desde la casa por televisión. Es verdad que el fútbol está en la televisión desde hace mucho tiempo, pero nunca creció tanto la representación del momento de verlo en pantalla, solo o de a pocos, y de comentarlo con familiares o amigos lejos de la cancha. En términos de los avances publicitarios de estos días, de las promesas de los diferentes medios, de la mayor parte de la explotación publicitaria, es como si lo importante ocurriera en términos de una “sitcom” permanente (las del canal de comedias costumbristas norteamericanas), sólo que con temas y modos argentinos, y con muchos gags y bloopers frente al televisor. Maradona y el estilo de épocaEn unos de esos avisos (el de DirecTV) se usa la figura de Diego Maradona yendo casa por casa, tocando los timbres y despertando a la gente. Es decir, conectándose con una experiencia casera reconocida como familiar e individual. Esto tiene elementos nuevos.Hay que ver qué ha cambiado en relación con los valores convocados por el discurso. Antes —en la medida que lo importante que tenía que pasar, pasaba en el campo de juego—, los valores del fútbol criollo eran la destreza y el coraje (del otro lado estaban la disciplina y la regularidad, los intentos de articulación sistemática entre táctica y la estrategia, y entonces también el aburrimiento). Hace algunas décadas, después de un partido que Inglaterra perdió contra Argentina, un periodista inglés se enfureció con los suyos: “parecían –dijo- unos caballos cansados jugando contra once bailarinas de ballet”. De este lado, lo que se celebraba eran esos pasos de baile, y también algo que no es desempeño de ballet, la entereza demostrada al enfrentar el “juego fuerte” de esos pesados de poca maña.¿Qué pasa cuando el tema pasa a ser no el deporte, sino el acto de mirarlo? Es difícil mostrar destreza y coraje fuera de la cancha, aparecen otros valores como el de la lealtad a cada etnia futbolera (y a la más abarcativa del seleccionado), la memoria, la capacidad de expresar la nostalgia y de jugar con ella; valores del espectador. En los avisos y los avances hubo deslizamientos, matices que toman la escena... Es como si en cada uno de esos anuncios, síntesis o presentaciones, hubiera habido una transacción entre las viejas representaciones y las nuevas. Se puede considerar que a Maradona se lo hubiera puesto de cualquier manera, porque es la mayor figura del fútbol argentino, pero ocurre además que él es la figura perfecta para componer esas articulaciones: un individuo de máxima exposición internacional (desde todos los puntos de vista, un hombre público) y también alguien que frecuentemente ha expuesto su más desgarrada intimidad. Suerte de puente constante entre lo público, lo privado y lo íntimo, es una figura particularmente útil para este momento mediático, discursivo y cultural.Por ser un jugador estrella, aparece como natural la digresión —como pasa con los actores de cine y ahora también con los políticos y los jueces— acerca de cómo es el hombre, el individuo. No fue siempre así, o al menos no de la misma manera. Hubo algunos deportistas de primer nivel internacional cuya vida privada era casi desconocida, como Juan Manuel Fangio, cinco veces campeón mundial. Era como si adentro del traje de piloto no hubiese nada. A la política le pasa lo mismo, se representa en términos de experiencia privada tanto de los candidatos como de los votantes. En otros tiempos era más fácil encontrar políticos sin vida privada. No podía ser cierto que no la tuvieran, pero había algunos acuerdos tácitos que no se violaban. Algunas situaciones sólo se comentaban oralmente, como las aventuras amorosas de un presidente o la bulimia de otro.Lo novedoso de estos pasajes, de estos nuevos puentes entre lo público y lo privado, es que ahora aparecen con cierto componente de afectividad positiva y hasta de euforia, y también de inquietud, de vértigo. Esta cuestión de “cotidianeizar”, individuar, familiarizar lo público cuando está ligado a la política tiene componentes a la vez tiernos y grotescos, y produce una sensación de abismo. Pero ¿qué pasa cuando lo cotidiano es mostrado del lado del espectador? En el fútbol de estos avances estuvo apareciendo el otro lado: todos (los de este lado de la pantalla) nos volvimos tan cotidianos, tan íntimos... Y sin el riesgo de mostrar la falta individual, porque somos representados como individuos genéricos; genéricos de este lugar. De a uno, aparecemos mostrando algo así como la singularidad de todos. Es que este fútbol, representado en tanto “platea popular” de individuos separados, muestra una parte de nosotros que queremos reconocer. El estilo de época también da algunas satisfacciones, cuando la cámara acorta distancias de ese modo.Desde este punto de vista, Diego Maradona es una manifestación privilegiada de distintos aspectos del imaginario de época en esta zona del mundo. Siempre fue un hombre de desgracia y de suerte, también en términos de su imagen pública y sobre todo de su imagen mediática. Para que Maradona se constituyera en parte de un folklore de todos los públicos ayudó el hecho de que satisfizo expectativas realmente diversas. Por efecto del discurso de los medios masivos, su figura se articuló también con el escenario político argentino. Sorprendió agradable y desagradablemente, una y otra vez, a segmentos opuestos de su público (no sólo el público del fútbol).
Ese triunfador de origen más que humilde, de enorme destreza deportiva, poseedor de una inteligencia y una viveza que aparecían como innatas, sostenía además ideas sociales y políticas que iba conformando en la marcha, ligadas a las grandes preocupaciones nacionales pero descolgadas de cualquier coherencia políticamente estable. Su discurso, siempre en algún momento poco previsible,fue decepcionando a quienes creyeron que, siendo una figura popular, debía exhibir un pensamiento coherente. La marcha de la imagen pública de Maradona obligó a distintos públicos (sobre todo a los intelectualmente calificados) a recorrer un cierto aprendizaje de la decepción, con respecto a las posibilidades de un individuo de asumir las idas y venidas de un imaginario colectivo muy castigado por la historia. Ahora entra y sale de las representaciones de la mirada individual, grupal, familiar sobre el fútbol, que nos da nuestro estilo de época; compartiendo una todavía extraña, una todavía atónita épica del espectador.
Revista Soles - Nº 88Junio de 2002
Notas relacionadas

Diego Armando Maradona


La inigualable carrera del mejor futbolista argentino de la historia. Sus datos, vivencias, trayectoria y estadísticas.

Para los argentinos, Diego Armando Maradona es un auténtico emblema del país. Trascendió todas las fronteras. Es de seguro nuestro mejor "producto de exportación". Una marca registrada que brilla de manera perenne con luces propias. Su inigualable talento, carisma y hasta sus polémicas, lo convirtieron en el personaje más famoso del planeta. Para el pueblo futbolero argentino, el Dios de la pelota, un artista. Impredecible, mágico como el segundo gol a los ingleses en la Copa del Mundo México 1986, Diego cautivó como nunca un deportista lo había conseguido. Su enorme fama le trajo muchos sinsabores, a tal punto que en el libro "Yo soy el Diego de la gente", publicado en 2000, aseguró "yo viví 40 años pero valen por 70. Me pasó de todo. De una patada fui de Fiorito a la cima del mundo y ahí me tuve que arreglar solo". Su momento cúlmine lo tuvo en el citado Mundial, donde se convirtió en un verdadero regalo para los ojos. Figura del Campeón, Argentina y del Torneo. Hizo todo, hasta el gol más grande que registra esta competencia.
Nuestro fútbol cobijó notables jugadores. Pero ninguno como Diego Armando Maradona. Por consenso unánime, el mismo día de la celebración de su primer centenario, 21 de febrero de 1993, la Asociación del Fútbol Argentino distinguió a Diego como "el mejor futbolista argentino de la historia".

Nació en Lanús, el 30 de octubre de 1960. De familia humilde, a corta edad ya mostró su llamativa habilidad con la pelota. Francisco Cornejo fue su descubridor, aunque el dato es sólo una anécdota, porque su magia no tardaría en ser puesta en evidencia ante los ojos del mundo. A tal punto que el equipo infantil que integraba, Los Cebollitas, convocaba gran cantidad de público que iba a ver "al chico que la lleva atada y es capaz de hacer jueguito mil veces sin dejarla caer". Su incomparable talento permitió que, 10 días antes de cumplir los 16 años, el técnico de Argentinos Juniors, Juan Carlos Montes, lo hiciera debutar en Primera División, a los 20 minutos del segundo tiempo, en un partido que Talleres de Córdoba ganó 1-0. Fue el 20 de octubre de 1976. Día que empezó la otra historia. La del más grande. De ahí en más construyó una carrera inolvidable, que lo invitamos a repasar:



Selección Juvenil 1977-79:
Partidos: 23
Goles: 11

Selección Mayor 1977-1994:
Partidos: 91
Goles: 34


Argentinos Juniors 1976/80:
Partidos: 166
Goles: 116

Boca Juniors 1981:
Partidos: 40
Goles: 28

Barcelona, España 1982-83:
Partidos: 58. 36 (Liga), 9 (Copa del Rey), 7 (Copas de Europa) y 6 (Copas de Liga)
Goles: 38. 22 (Liga), 4 (Copa del Rey), 8 (Copas Europeas) y 4 (Copa de Liga)

Napoli, Italia 1984-91:
Partidos: 259. 188 (Liga), 46 (Copa Italia) y 25 (Copas Europeas)
Goles: 115. 81 (Liga), 29 (Copa Italia) y 5 (Copas Europeas)

Sevilla, España 1992-93:
Partidos: 29. 26 (Liga) y 3 (Copa del Rey)
Goles: 7. 4 (Liga) y 3 (Copa del Rey)

Newell´s Old Boys 1993: 5 partidos

Boca Juniors 1995-97:
Partidos 31. 30 (Liga) y 1 (Supercopa)
Goles 7.



La Selección, su gran amor:

Para él vestir la camiseta celeste y blanca fue la mayor satisfacción de su carrera deportiva. La consagración como el mejor jugador del mundo fue en el Mundial de México 1986, el título máximo y su más grande sueño desde chico. Diego siempre quiso jugar en la Selección. Cuando era un pibe, en un emocionante testimonio que quedó inmortalizado en un video, aseguró, en forma inocente, sincera: "mi primer sueño es jugar en la Selección y el segundo, ganar el Mundial".
Una frase suya resume el profundo placer que le provoca representar a nuestro país: "cuando me pongo la camiseta de la selección, el sólo roce de la tela ya me eriza la piel". Diego también ofreció su pensamiento acerca de su estilo de capitanía: "En enero de 1983 estaba en Lloret de Mar, en la Costa Brava española, recuperándome de la maldita hepatitis. Apareció Bilardo, que ya era el nuevo técnico del Seleccionado argentino.

- Quiero saber cómo estás y también comentarte mis planes para el Seleccionado, por si te interesa participar... Quiero saber si tenés alguna exigencia económica o algo.
- ¡¿Exigencia económica para jugar en el Seleccionado?! De eso olvídese, Carlos... Yo, por defender la camiseta argentina jamás voy a hacer un problema.
- Bueno, bárbaro, bárbaro... También quiero decirte que, si estás de acuerdo, vas a ser el capitán de la Selección.

"Lo primero que me propuse en ese momento fue construir algo, una conciencia: jugar por la Selección debía ser lo más importante del mundo. Si teníamos que viajar miles y miles de kilómetros, hacerlo; si teníamos cuatro partidos por semana, jugarlos; si teníamos que vivir en hotelitos que se caían a pedazos, aceptarlo... Todo, todo por la Selección, por la celeste y blanca. Ese era el estilo que quería transmitir". Ese era Maradona.

Una historia celeste y blanca:

El idilio recíproco comenzó una tarde de febrero de 1977, cuando después de una práctica de juveniles (él y sus compañeros) contra los mayores (ellos, Passarella, Gallego, Luque, Bertoni), el Flaco César Luis Menotti lo llamó aparte y le dijo, casi al oído, para que no se enterara nadie, que iba a quedar concentrado con los mayores, para el amistoso contra Hungría.
El 27 de febrero de 1977 se produjo el gran debut. Y aunque Diego sabía que sólo iba a entrar si el partido se ponía fácil, el "¡Maradóóó, Maradóóó!" bajó temprano de las tribunas, reclamando la presencia de ese pibe que apenas tenía 12 partidos en Primera División pero talento de experto. Diego jugó unos minutos.
Poco más de un mes después, el 28 de marzo de 1977, estuvo presente en el triunfo de la Selección Juvenil 3 a 2 al Combinado de Chascomús. Sólo cinco días luego, en Cipolletti, convirtió su primer gol con esa casaca. Pocos meses después vivió su primera frustración: integró el equipo que viajó a Venezuela y no pudo ganar ni un partido.
Sin embargo, no tardaría en llegar el golpe más duro, según él, el peor de todos: César Luis Menotti, a último momento, no lo convocó para el Mundial de 1978, justo en Argentina. Lloró sin consuelo, con bronca, rabia y desconsuelo. Le prometió a su mamá, a su papá, a su novia, a todo su entorno, que ganaría todos los trofeos que hubiese en el mundo y se los llevaría a su casa.
En el camino de cumplir esa promesa, sorprendió al alemán Franz Beckenbauer, nada menos. Después de un partido amistoso que le ganaron al Cosmos, en Tucumán, el 3 de noviembre de 1978, el gran Káiser le pidió su camiseta, como recuerdo.
En enero de 1979, Diego participó con la Sub 20 en el Sudamericano de Uruguay, que clasificaba para el Mundial Juvenil, que ese mismo año se iba a disputar en Tokio.
El Mundial de Japón empezó a darle grandes satisfacciones: "Nunca me divertí tanto dentro de una cancha. Sacando mis hijas, me cuesta encontrar una alegría semejante" definió el propio Diego varios años después. El equipo fue único, inolvidable. Formado por el querido Ernesto Duchini y moldeado por Menotti, la formación se podía recitar de memoria: Sergio García; Carabelli, Juan Simón, Rossi, Hugo Alves; Barbas, Rinaldi, Maradona; Escudero, Ramón Díaz, Gabriel Calderón.
El título de campeón del mundo Juvenil prenunciaba aún más gloria. Diego regresó a Buenos Aires con la copa, esa que les había prometido a Don Diego, a Doña Tota, a Claudia, a sus hermanos. E iba por más.

La mayor:

Luego de su debut ante Hungría, en febrero de 1977 y tras 9 partidos, Maradona gritó un gol propio por primera vez. Fue el 2 de junio de 1979, en Glasgow, contra Escocia. La Argentina ganó 3 a 1. Los escoceses aplaudieron de pie la celebración del primer tanto de ese pibe con el pelo cortito, que se preparaba para cumplir con el servicio militar, del que finalmente fue eximido. Y tanto le gustó el festejo, que en el siguiente partido lo patentó, saltando al aire, las piernas abiertas, la rodilla derecha más arriba y el puño del mismo lado revoleado al cielo: fue en el Monumental, el 25 de junio de 1979, contra los fenómenos de Resto del Mundo.
Hacer goles se le hizo costumbre. Marcó ante Bolivia, República de Irlanda, Polonia, la Unión Soviética y Brasil. Engolosinado como estaba, en Viena, el 21 de mayo de 1980 le hizo 3 a Austria. El "monstruo" pisaba cada vez más fuerte.
.En 1981 jugó apenas 2 encuentros no marcó. Todo una novedad. Enseguida llegó la vigilia del Mundial '82, que la apuró con la disputa de 5 cotejos.
Para un ganador como Diego, España '82 fue una gran frustración. Ya transferido al Barcelona, todos los ojos estaban posados sobre él, esperando la explosión del número uno. No pudo ser. Y por razones varias: un grupo sin demasiado hambre, fallas tácticas, carencias individuales y muy poca protección arbitral. Si se busca una alegría de aquel debut mundialista, es posible encontrarla en sus dos primeros goles a semejante nivel: los dos a Hungría, el 18 de junio de 1982, para el 4 a 1. A los golpes, después, el italiano Claudio Gentile empezó a empujarlo. Y una sobrada de los brasileños provocó la definitiva salida: planchazo en los genitales a Dirceu, tarjeta roja y la despedida primera Copa del Mundo, el 2 de julio de 1982.
Volvió a jugar en el seleccionado casi tres años después. Ya era jugador del Napoli. Carlos Salvador Bilardo lo eligió y él aceptó: sería capitán, sería titular, sería bandera. Fue, quizás, el mayor acierto de Bilardo en toda su carrera. El compromiso de Diego fue tan grande que aquel 9 de mayo de 1985, cuando se puso otra vez la camiseta albiceleste, contra Paraguay, 1 a 1, quedará en la historia por eso y por el agotador periplo que aceptó realizar el "Diez", símbolo de un compromiso sin reservas, que sería la marca registrada de los seleccionados argentinos durante mucho tiempo. Cruzar el Atlántico no era cansador para él si del otro lado estaba el equipo nacional.
La pelea, entonces, fue otra: nadie, salvo los jugadores y el cuerpo técnico, quería al seleccionado. Y la clasificación agónica para el México '86 no ayudó nada de nada. Pero Diego confiaba. Y Bilardo confiaba en Diego.
Nadie es capaz de refutar que la influencia de Diego Armando Maradona en aquel equipo campeón del mundo no tiene comparación. Y que pocas veces en la historia hubo un número uno tan definido. Debería bastar con la mención del mejor gol de todos los tiempos: 22 de junio de 1986, estadio Azteca, México, toda Inglaterra en el camino, la pelota en el arco... Hay más, hay otro tanto histórico en el mismo partido, con La Mano de Dios. Como robarle la billetera a los ingleses, éste; vengar a los pibes de Malvinas, aquel. Definiciones de Maradona, todas. Tras tocar el cielo con las manos, vinieron tiempos de lucha. Dos Copa América, 1987 en la Argentina y 1989 en Brasil, para olvidar rápido. Y enseguida, el desafío de Italia '90, para defender lo que era suyo: la Copa del Mundo. A ningún Mundial llegó Maradona como a aquel. Venía de lograr su segundo scudetto con el Napoli, volaba físicamente. Hasta que una uña encarnada del dedo gordo del pie derecho le puso un bache en el camino, una gripe inoportuna otro más y las patadas de los cameruneses finalmente lo detuvieron. Fue el 8 de junio de 1990, en el Giusseppe Meazza de Milano; Camerún 1, Argentina 0; una de las derrotas más dolorosas en la carrera de Maradona.
Como tantas otras veces, enojarse y arrancar de nuevo fue la fórmula. A fuerza de pura garra, un inolvidable pase a Claudio Caniggia para eliminar a los brasileños y la fortuna de los penales con Yugoslavia e Italia, Argentina alcanzó otra final. Tras una confusa jugada en la que el árbitro mexicano Edgardo Codesal cobró penal para los alemanes, fue subcampeonato. Para Diego, inservible. Los segundos puestos no se festejan. Diego lloró en la cancha, al final. Lloró con la grandeza que no tuvo el público para entender esa tristeza y silbó. Para Diego, fue uno de los peores golpes de su vida: "Nunca imaginé que hubiera gente que se alegre por mi tristeza", dijo entonces.
Le costó volver al seleccionado después de tanto dolor. Poco más de dos años y medio. El 18 de febrero de 1993, en el marco de los festejos por el centenario de la Asociación del Fútbol Argentino, jugó contra Brasil, en el Monumental. Ya había sido nombrado, con justicia, qué duda cabe, el más grande futbolista argentino de la historia.
Y cuando pocos pensaban que volvería, tras aquella suspensión por 15 meses del '91, allí estuvo, liderando al equipo del Coco Alfio Basile hacia la clasificación para el Mundial de 1994. En Estados Unidos mostró que su magia estaba intacta. Distendido, maduro y con ganas de hacer historia, Diego se mostró en muy buena condición. En los entrenamientos hacía jueguito con una mandarina, una pelotita de golf, una piedra. Buen humor y un equipo que alimentaba la esperanza. Gritó su gol inolvidable contra Grecia, el 21 de junio de 1994, y luchó contra los nigerianos. Al final de ese encuentro, fue sometido al control antidoping. Dio positivo y fue separado del plantel. Fue su último partido en la Selección.
Se volvió a calzar la celeste y blanca el 10 de noviembre de 2001, el día de su partido homenaje en La Bombonera. La AFA puso a su disposición el plantel completo de la Selección Argentina que 7 meses después jugó el Mundial de Corea Japón. Diego actuó un tiempo para la Selección y otro para un Combinado de Estrellas. Maradona cerró esa fiesta inolvidable con una frase que marcó a fuego a sus seguidores: "El fútbol es el deporte más lindo y sano que existe en el mundo. Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha ...".

Detalles y curiosidades de su paso por la Selección:

- Es el debutante más joven de la historia: tenía 16 años 7 casi 4 meses.
- Su trayectoria con la camiseta nacional es la más larga: 17 años y casi 4 meses.
- Posee 2 récords para un jugador argentino: jugó 4 Mundiales (España 1982, México 1986, Italia 1990 y Estados Unidos 1994), con la inigualable cifra de 21 presencias.
- Anotó 4 goles en los 12 cotejos de Copa América que disputó (1979, 1987 y 1989).
- En 1980, 1981, 1985, 1986 y 1987 fue el goleador anual de la Selección: sólo Gabriel Omar Batistuta tiene una mejor marca.
- Convirtió en 26 de sus 91 presencias.
- Es el futbolista que más veces fue capitán de la Selección: 57, con 22 goles.
- Los 91 partidos internacionales en los que actuó, los hizo perteneciendo a 6 entidades diferentes: Argentinos Juniors, Boca Juniors, Barcelona, Napoli, Sevilla y Newell´s.
- Sus 34 tantos en la Selección se reparten de la siguiente manera: Austria, Venezuela e Israel, 3; Hungría, Inglaterra, Bélgica, Italia, Ecuador y Unión Soviética, 2; Escocia, Bolivia, Resto del Mundo, Irlanda, Polonia, Suiza, Brasil, Paraguay, Chile, México, Perú, Marruecos y Grecia, 1.
- Sólo 3 veces Maradona convirtió goles y la Selección perdió.
- Italia, Brasil y Alemania Federal fueron las Selecciones que enfrentó en mayor cantidad de oportunidades: 6.
- Argentina ganó 42 de los 91 cotejos en los que actuó Maradona y sólo perdió 20.

martes, septiembre 16, 2008




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lunes, septiembre 15, 2008


10.-




20 de Octubre de 1976.-

Por momentos, dar con una versión fidedigna del debut de Diego Maradona es como escarbar en la mitología del fútbol argentino. Ya no se trata del partido que el 20 de octubre de 1976 jugaron Argentinos Juniors y Talleres, de Córdoba, que ganó 1-0. Es lo que ocurrió en los otros 20 años de carrera del mejor futbolista de nuestro país de todos los tiempos lo que le da forma a ese encuentro. Es por eso que un espectáculo que tuvo, según datos oficiales, 7737 entradas vendidas se convirtió en uno de los más vistos, aunque no fue televisado.
"Si toda la gente que dice haberme visto debutar en primera fue a la cancha, el partido debió jugarse en el Maracaná y no en La Paternal", dijo alguna vez Maradona. Fue la leyenda posterior la que generó decenas de anécdotas, curiosidades y comentarios. Muchas mentiras, algunas verdades. ¿Datos fehacientes? Pocos. Hasta los mismos protagonistas cuentan distintas versiones sobre el caño que Maradona le tiró a Juan Domingo Cabrera. Y si fue en la primera pelota que tocó, como cuenta él mismo, o si ya habían pasado algunos minutos del segundo tiempo, como señalan varios.
Si se trató de la mejor recaudación del Bicho como local en aquel Nacional 76 fue porque jugaba Talleres, por entonces un gran equipo, con Luis Galván, Miguel Angel Oviedo, José Valencia y el Hacha Luis Ludueña, entre otros. Nadie tenía su atención exclusivamente en Maradona, aunque sí es cierto que varios fanáticos de Argentinos y algunos periodistas sabían de las habilidades del prometedor pibe de casi 16 años. Especialmente los dirigentes entendían que tenían un tesoro en ese chico de cabeza acolchada por rulos, y un par de días antes de su debut le alquilaron un departamento en Villa del Parque, en Argerich 2746.
Detalles que quedaron de esos primeros 45 minutos de Maradona:
El debut pudo ser antes. Juan Carlos Montes tenía pensado ubicar al joven crack en los primeros partidos de ese torneo Nacional (empezó el 12 de septiembre). Pero Maradona venía de ser expulsado en la final del torneo de séptima división por protestar fallos arbitrales. Estaba suspendido y su ingreso se demoró hasta la fecha conocida.
Pero hay otro dato. El Metropolitano de 1975 fue recordado por varios hechos. River volvió a ser campeón después de 18 años, pero como hubo una huelga de jugadores, el partido decisivo, el 14 de agosto, lo jugó con juveniles. Justamente el rival de los Millonarios (ganaron 1-0 con un gol de Bruno) fue Argentinos. El conjunto de La Paternal también actuó con chicos de las inferiores. El técnico era Francisco Campaña. Dicen que le sugirieron ubicar a Maradona, pero al final no lo puso para no quemarlo . En ese partido, Diego, con 14 años, fue alcanzapelotas.
El partido: Talleres, como se esperaba, se puso en ventaja en el primer tiempo con un gol de Ludueña en el viejo estadio de Boyacá y Juan Agustín García. Maradona ingresó en el segundo tiempo en lugar de Rubén Giacobetti. Utilizó la camiseta número 16. Ese día Argentinos usó el modelo rojo con la banda blanca en diagonal. Varios medios coinciden en que el ingreso del juvenil le dio a Argentinos algo más de control tras un partido que había sido dominado por los cordobeses en la primera mitad.
Además del famoso caño tuvo un par de intervenciones destacadas, la más importante, un remate desde el borde del área grande, desde la izquierda del ataque de su equipo, que pegó en el travesaño.
Ojos expertos. Ya se mencionó que muchos mienten acerca de su presencia, pero un plateísta confirmado fue César Luis Menotti, por entonces DT de la selección nacional: "Montes me había avisado que probablemente iba a hacer jugar a un pibe de las inferiores que era un fenómeno. Por eso fui. Enseguida pude percibir que estábamos en presencia de uno de los más grandes jugadores del fútbol argentino. Lo que más me llamó la atención fue la particular relación que mantenía con la pelota".
Voces. Alrededor de Maradona, una frase casual cobra forma de anécdota histórica. Según contó Maradona en su biografía, lo único que le dijo Juan Carlos Montes fue: "Vaya, Diego, juegue como usted sabe. Y si puede, tire un caño".
Como ya se contó, el caño lo sufrió Cabrera, que en una nota publicada en el diario La Voz del Interior hace unos días jura haberle dicho: "Nene, una sí, pero otra ya no. Ni se te ocurra, porque no vas a pasar". Y explicó la jugada: "Yo estaba sobre la derecha, lo fui a apretar, pero no me dio tiempo a nada. Me tiró el caño y cuando me quise dar vuelta ya se había escapado".
Estaría bien, para cerrar, decir que éste fue el recuento de los hechos de un día inolvidable para el fútbol argentino. Pero por las diferencias que los mismos protagonistas tienen, mejor dejarlo en "aquel partido histórico".
Nota de diario "La Nación".-





















Gold.-


viernes, septiembre 12, 2008